Hay dos chicas y un chico sentados en un banco, son muy amigos y salen juntos a divertirse, a ver películas, a tomar el sol en la playa… estos chicos creen que lo saben todo los unos de los otros pero se equivocaban y tras unas circunstancias deciden volver a quedar y se sientan en el banco pasan los segundos, minutos y horas y ellas siguen en el banco descubriendo cosas que jamás habrían imaginado hay momentos que ríen por las historias, otros en los que se enfadan y el peor sentimiento es el de llorar pero dado los acontecimientos deciden llorar los tres cada uno por su causa y ese banco está siendo testigo de cada historia, cada risa, cada llanto… para los tres amigos estar juntos en ese banco de madera es lo mejor que tienen en ese momento, ninguno se atreve a decir absolutamente nada y están callados por minutos o tal vez ¿horas? nadie sabe cuánto tiempo llevan sentados en el banco hasta que uno de ellos se levanta y los otros dos hacen lo mismo se dan un abrazo y se despiden entre ellos y del banco, que les acompañaría para el resto de sus recuerdos y en el que gracias a estar sentados encima de él su amistad se fortaleció, así que gracias banco de madera para nosotros siempre serás el banco de la amistad.
Amanda Ponce Peñalber
Va armándonos, desarmando lo que somos, la ciudad: con el propósito de contar ese continuo hacerse y deshacerse, miramos en sus pedazos: un patio, los futbolines de la esquina, esa plaza, el muelle. La fotografía y la escritura recortan el espacio que hemos preferido para decirnos. Este Callejero algo sentimental sirve para andar Sagunto y sus países vecinos siguiendo el itinerario abierto de las historias ilustradas de sus habitantes más o menos pasajeros.
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