Hace unos años, en realidad no sé
cuántos, lo que sí sé es que era verano, pues estaba en la playa. Una noche,
allá a las nueve, me fui a la orilla del mar. No había nadie, y yo me puse allí
con mi silla de ruedas, cerré los ojos, y oyendo el rumor del mar. Corría una
brisa muy agradable, me relajé completamente y sentí una paz que no había
sentido nunca, eso fue un momentazo para mí, en ese momento no me hacía falta
nada ni nadie, fue un gozazo.
Va armándonos, desarmando lo que somos, la ciudad: con el propósito de contar ese continuo hacerse y deshacerse, miramos en sus pedazos: un patio, los futbolines de la esquina, esa plaza, el muelle. La fotografía y la escritura recortan el espacio que hemos preferido para decirnos. Este Callejero algo sentimental sirve para andar Sagunto y sus países vecinos siguiendo el itinerario abierto de las historias ilustradas de sus habitantes más o menos pasajeros.
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