Cuando mi nieto tenía 6
años venía con él, todos los días, a esta plaza, hasta que
aprendió a montar en bicicleta, que ya hacia tiempo que la tenia
pero no montaba en ella porque no sabía. Un día sus padres se
fueron de viaje y me quedé con el niño. Su abuelo y yo nos trajimos
la bicicleta y todos los días íbamos a esta plaza a que aprendiese
a montar en bici. No sabéis la alegría que le daba al niño,
cuando él se veía solo y no se caía de su bicicleta. Cuando
vinieron sus padres lo primero que les dijo fue:´”Ya voy solo en
la bicí, me han enseñado los abuelos”. Para mi fue muy bonito que
me lo dijera mi nieto.
Va armándonos, desarmando lo que somos, la ciudad: con el propósito de contar ese continuo hacerse y deshacerse, miramos en sus pedazos: un patio, los futbolines de la esquina, esa plaza, el muelle. La fotografía y la escritura recortan el espacio que hemos preferido para decirnos. Este Callejero algo sentimental sirve para andar Sagunto y sus países vecinos siguiendo el itinerario abierto de las historias ilustradas de sus habitantes más o menos pasajeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario