miércoles, 14 de enero de 2015

Paco Gómez Caja. Plaza de la Marina




           






En Puerto de Sagunto, en paralelo con el mar y muy cercanos a su playa, están dos antiguos edificios, uno es el Hospital Viejo y otro el grupo de viviendas llamado Casas de Menera. Verticalmente, donde termina uno y empieza el otro, están las calles Canalejas y Espronceda, estas a mitad de su recorrido hacia el mercado municipal se abren por la mitad dando lugar a la plaza de la Marina. Muy conocida por todos, ya que desde más de 50 años todos los años se planta una falla.
Esta plaza fue el lugar de mis juegos de niño después de haber vivido en el barrio de la Huerta hasta los seis años. La riada del año 1957 nos hizo huir de este barrio cercano al río para residir en la calle Espronceda.
La plaza de la Marina, llamada antiguamente la plaza Molina, por ser Pablo Molina el dueño de la tienda de comestibles situado en una esquina de dicha plaza.
Esta fue el campo de futbol de los chiquillos del barrio; con su suelo negro de carbonilla que la siderúrgica llevaba para eliminar los charcos, carbonilla y escoria que removíamos por si había algún trozo de hierro para poderlo llevar al coquero, y cambiarlo por algún trozo de coco o algún caramelo.
En el medio de la plaza había una fuente grande, chapada de mosaico valenciano, las bocas de salida del agua servían de apoyo para subirse encima simulando en los juegos las almenas de nuestro castillo.
Me imagino que el poner fuentes en las plazas era para para evitar problemas sanitarios. Antonio, un hombre que fue de los primeros pobladores de este pueblo, y que vivió hasta los 103 años, me contaba un día cómo los primeros habitantes de este pueblo se hacían las casas; primero hacían un pozo para poder tener agua y al mismo tiempo tenían grava para poder hacer los bloques, los que podían hacer con un saco de cemento que podían comprar a la semana, después, para poder seguir teniendo grava, hacían otro pozo pero éste era el pozo ciego, así que no estaba muy lejos uno del otro.
Hemos de tener en cuenta que a poco más de dos metros en este barrio se encontraba el agua que no era salada. El barrio de los pescadores o de las ranas puesto que precisamente estos edificios mencionados anteriormente hacían de parapeto de las aguas de lluvia hacia el mar y entonces llovía a base de bien y siempre había charcos.
En estas calles de la plaza La Marina era habitual ver a las mujeres de los pescadores reparando las redes de pesca,  muchas veces cuando iba a la escuela me quedaba un momento observando con qué agilidad movían esa especie de aguja de madera.
A menudo saludo a Pepe Esteve, Paco (el Moncofino) y a Vicente Marzal, por cierto me ha dicho Vicente que tiene en la terraza como unos 100 metros de red para la gamba y el langostino, por si alguien los necesita, y luego con que le den un puñado ¡au!. A todos los podrás ver todos los días a partir de las tres de la tarde en la lonja de los pescadores, su amor al mar les hace ir todos los días a ver sus frutos.
Si pasas por la plaza de la Marina debes hacerlo parándote, cerrando los ojos y respirando a fondo, porque sentirás el mar y olerás a pescado, y si no, mira los gatos que hay por allí.


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