Nací en la calle Traslaescuela, número 3, al lado del Calvario.
La casa de mis padres es muy grande, y dentro, en el corral, hay una cueva que
en tiempos de la guerra, cuando tiraban tantas bombas, los vecinos se escondían
allí. Allí nacimos todos mis hermanos. Allí pasamos unos años muy felices. Los
vecinos éramos como una familia. Echo de menos cuando vivía allí: las fiestas
de Viernes Santo, que suben al Nazareno al Calvario a las 6 de la mañana. Son
unas fiestas muy bonitas. Cuando vivía en la calle era maravilloso ver pasar a
la gente y oír los tambores y las cornetas. Las fiestas se empiezan en
Cuaresma, que suben los domingos a hacer el viacrucis, y terminan en la
procesión, el santo en tierra. Las fiestas son muy bonitas y tienen mucho
turismo.
Va armándonos, desarmando lo que somos, la ciudad: con el propósito de contar ese continuo hacerse y deshacerse, miramos en sus pedazos: un patio, los futbolines de la esquina, esa plaza, el muelle. La fotografía y la escritura recortan el espacio que hemos preferido para decirnos. Este Callejero algo sentimental sirve para andar Sagunto y sus países vecinos siguiendo el itinerario abierto de las historias ilustradas de sus habitantes más o menos pasajeros.
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