sábado, 10 de enero de 2015

Paqui Peruga Escrig. De cántaros y fuentes.

   

        Tenía ocho años, y mi hermana doce. Íbamos a llenar los cántaros de agua a las fuentes ubicadas en varios puntos de Sagunto. Era el año 53, y no teníamos agua corriente en las casas.
        El agua de dichas fuentes tenía un horario, y la gente iba a guardar cola para cuando la diesen estar a punto. Se formaban unas colas muy grandes, a veces estábamos dos horas o más. Pero lo más triste era que cuando ya te tocaba llenar, en ese momento cortaban el agua, y nos volvíamos a casa con los cántaros vacíos.
        Las fuentes a las que íbamos estaban situadas, una en la pared de la iglesia de Santa María, junto al Banco de las Mentiras, y la otra en el pasaje de la calle Mayor, hacia la plaza de la antigua pescadería.
        No sé qué horarios habría para llenar, pues hace tanto tiempo que no me acuerdo, eso sí, no debía de ser en tiempo de escuela, porque mi hermana y yo no perdíamos ningún día de clase.

        ¡Era otro tiempo, y en un lugar cualquiera! ¿Pero tiempos maravillosos!

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