Esta pastelería la montaron en los 80
mis tíos, después de años de trabajo en Suiza. Actualmente
jubilados, y aunque ya no pertenece a ellos, toda la familia tenemos
el recuerdo de la ilusión y el esfuerzo que supuso poner este
negocio en pie. Hoy día, el nuevo dueño, le está dando nuevos
aires, pero el nombre de Rahona sigue unido a la calidad y el buen
hacer de muchos años de endulzarnos la vida.
Va armándonos, desarmando lo que somos, la ciudad: con el propósito de contar ese continuo hacerse y deshacerse, miramos en sus pedazos: un patio, los futbolines de la esquina, esa plaza, el muelle. La fotografía y la escritura recortan el espacio que hemos preferido para decirnos. Este Callejero algo sentimental sirve para andar Sagunto y sus países vecinos siguiendo el itinerario abierto de las historias ilustradas de sus habitantes más o menos pasajeros.
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