martes, 20 de enero de 2015

Patricia Fazio. Montíber, Nº 5, puerta 12.




Hace ya 10 años y casi 5 meses emprendimos mi familia y yo un viaje a España, que de hecho sabíamos que era sin retorno, por lo menos por algún tiempo muy prolongado.
Este país nos albergó desde entonces cubriendo nuestras mínimas necesidades para mejorar literalmente nuestra calidad de vida. Desde entonces llevamos una vida de trabajo y de lucha permanente para superarnos un poquito cada día. Bien, Montíber 5 fue nuestra casa de adopción desde el 18 de Agosto de 2004. Allí han quedado momentos inolvidables de alegrías, tristezas, nostalgias y un sinfín de recuerdos. Hemos pasado cinco Navidades y Noches Viejas que siempre nos acogieron con innumerables esperanzas , de expectativas y de una fe inquebrantable frente a las tantas situaciones difíciles y complicadas por las que nos tocó atravesar.
Guardo y guardaré siempre en mi corazón cada sitio de ese piso. En cada habitación seguramente ha quedado escondido un secreto inviolable como si fuera un fantasma que quiere esconderse en ella para no salir más. El último día que de manera definitiva cerré la puerta de entrada, a sabiendas que ya no iba a vivir más en él, recorrí con mi vista, habitación por habitación como despidiéndome de cada una de ellas. Cuando entré al salón comedor me embargó una emoción un tanto inexplicable, dado que allí compartíamos la mayor parte del tiempo. Recorrí con mi mente el sitio que ocupaba cada mueble y sobre todo la mesa; punto de reunión casi obligatorio para la familia. El momento de la comida o de la cena donde no existía otra escapatoria para nuestras charlas del report day( informe del día). Luego fui recorriendo los dormitorios, los de mis hijos y el nuestro. Muchos recuerdos quedarán guardados para siempre en cada uno de ellos. Por último el balcón, que desde allí me deleitaba observando con esmera atención cuando desde la guardería que hay debajo, las maestras sacaban al batallón de niños para jugar a la hora del sol. Y ya cuando llegó el momento que la puerta se cerró detrás de mí no pude contener la emoción y las lágrimas recorrieron mi rostro cual niño angustiado por vaya a saber qué motivo.
Considero que ésta fue otra etapa de nuestras vidas que nos tocó vivir muy intensamente como ser humano y como familia.
Hoy la familia que la ocupa es vecina conocida nuestra y el otro día cuando pasé sólo un instante y entré, esta vez como visita  sentí algo extraño que creo que al día de hoy no lo podría descifrar. Sólo se que Montíber 5, puerta 12, fue, es y será la primera vivienda que se instaló en nuestras vidas…

                                                                            Patricia Fazio


                                                                         


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