Hace ya 10 años y casi 5 meses
emprendimos mi familia y yo un viaje a España, que de hecho sabíamos
que era sin retorno, por lo menos por algún tiempo muy
prolongado.
Este país nos albergó desde entonces
cubriendo nuestras mínimas necesidades para mejorar literalmente nuestra
calidad de vida. Desde entonces llevamos una vida de trabajo y de lucha
permanente para superarnos un poquito cada día. Bien, Montíber 5 fue nuestra
casa de adopción desde el 18 de Agosto de 2004. Allí han quedado momentos
inolvidables de alegrías, tristezas, nostalgias y un sinfín de recuerdos. Hemos
pasado cinco Navidades y Noches Viejas que siempre nos acogieron con
innumerables esperanzas , de expectativas y de una fe inquebrantable frente a
las tantas situaciones difíciles y complicadas por las que nos tocó atravesar.
Guardo y guardaré siempre en mi corazón
cada sitio de ese piso. En cada habitación seguramente ha quedado escondido un
secreto inviolable como si fuera un fantasma que quiere esconderse en ella para
no salir más. El último día que de manera definitiva cerré la puerta de
entrada, a sabiendas que ya no iba a vivir más en él, recorrí con mi vista, habitación
por habitación como despidiéndome de cada una de ellas. Cuando entré al salón
comedor me embargó una emoción un tanto inexplicable, dado que allí
compartíamos la mayor parte del tiempo. Recorrí con mi mente el sitio que
ocupaba cada mueble y sobre todo la mesa; punto de reunión casi obligatorio
para la familia. El momento de la comida o de la cena donde no existía otra
escapatoria para nuestras charlas del report day( informe del día). Luego fui
recorriendo los dormitorios, los de mis hijos y el nuestro. Muchos recuerdos
quedarán guardados para siempre en cada uno de ellos. Por último el balcón, que
desde allí me deleitaba observando con esmera atención cuando desde la
guardería que hay debajo, las maestras sacaban al batallón de niños para jugar
a la hora del sol. Y ya cuando llegó el momento que la puerta se cerró detrás
de mí no pude contener la emoción y las lágrimas recorrieron mi rostro cual
niño angustiado por vaya a saber qué motivo.
Considero que ésta fue otra etapa de
nuestras vidas que nos tocó vivir muy intensamente como ser humano y como
familia.
Hoy la familia que la ocupa es vecina
conocida nuestra y el otro día cuando pasé sólo un instante y entré, esta vez
como visita sentí algo extraño que creo
que al día de hoy no lo podría descifrar. Sólo se que Montíber 5, puerta 12,
fue, es y será la primera vivienda que se instaló en nuestras vidas…
Patricia Fazio
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